En el último tiempo me ronda una idea para un ensayo. Vivimos en la era de la hipérbole, de la exageración. Todo se nos presenta como lo máximo, lo mínimo, lo más, lo menos, lo radical, lo nulo. No hay mérito en el matiz, sino en la intensidad.
Quien se aprieta un dedo con la puerta de un mueble dice “morir” de dolor, quien se ríe de un chiste dice “cagarse” de risa, quien disfruta una buena comida dice que es “la mejor” que probó en su vida. Es loco, ¿no? Cosas destacables pero mundanas se asocian con acontecimientos únicos de la vida. Es como si hubiera un afán de trascendencia en hechos de lo más comunes.
Estoy seguro de que esto va de la mano con las aspiraciones módicas de nuestro siglo. La épica que en otros tiempos podía ser parte de un proyecto utópico con miras a realizarse, hoy se introyecta en las banalidades de lo cotidiano.
También, creo, se trata de inventar experiencias, adjetivarlas, para hacerse creer que se vive una vida intensa, acorde a los mandatos actuales.
En esta línea, también pasa algo gracioso con las contratapas de los libros. Fijate en alguno que tengas a mano. Casi todos los libros son el más esperado, el más audaz, el más implacable, el más sólido, el más poético, el más sutil, el más algo. Seguro que algunos lo son, pero ¿todos? Claro que ninguna editorial va a poner en contratapa “este autor no es el más importante de su generación”, pero tiene que haber otras cosas para decir sobre un libro (y tentar a posibles lectores) aparte de insertarlo en el primer lugar de una dudosa escala valorativa.
Como esta es la mecánica habitual de los discursos que nos llegan, estamos como inmunizados. El sentido común hoy es hiperbólico. De ahí, también, la polarización como estrategia discursiva usual de nuestra época.
Creo que para la escritura esto es un problema, porque si uno no está atento corre el riesgo de perder singularidad y sumar a ese sentido común en lugar de apartarse de él. Puede parecer algo muy elaborado, pero se juega en tonterías. Por ejemplo, si mi personaje tiene los pies grandes y yo digo que son “gigantes”, cuando tenga que describir la vastedad del océano ya no me van a quedar adjetivos. Mejor poner que tenía que hacerse zapatos a medida, o que pisó a un perro y se le quedó pegado a la suela (hasta se puede jugar con las distintas razas de perro) o la alternativa que más te guste.
Si escribo que mi personaje se da un golpe y se muere de dolor, lamentablemente habrá que poner punto final, y si pongo que pasó la mejor noche de su vida, más me vale que esa noche sea una fiesta como ninguna otra.
Esta semana te propongo que, con esto en mente, escribas la contratapa de un libro imaginario.
Mucha suerte, y a trabajar
Saludos,
Ariel
PS. Ningún animal fue lastimado en la producción de este texto.