Podría pensarse que un escritor es alguien que se dedica a la escritura a tiempo completo. Sin embargo, hay nombres que no dudaríamos en identificar como grandes escritores que no se dedicaban full time a escribir, y también personas que se dedican todos los días a escribir y, antes que escritores, los llamaríamos de otra forma: periodistas, guionistas, redactores, etc.
Creo que la designación de escritor, en el mejor de los casos, viene de afuera. Es una figura a la que la sociedad otorga prestigio; no así dinero, por lo general. En buena medida, tiene que ver con lo que hablamos siempre: la idea de que el arte y aquellos que lo crean están elevados de alguna manera con respecto a los demás mortales. Por eso el prestigio, y por eso también lo inadecuado de que entren en contacto con algo sucio y mundano como el dinero. (Una discusión estética también puede ser una cuestión gremial.)
La cosa es que está esa figura de escritor, y quienes se ven seducidos por ella, por esa pose y esa expectativa de impacto en los demás. Todo eso no tiene nada de malo, desde ya, pero es evidente que está bastante lejos de la práctica de la escritura y, más importante todavía, de la posibilidad de disfrutar esa práctica.
Es el problema de Hamlet: ocupado en el problema del ser, queda inmóvil.
Fui a consultar el libro donde creía haberlo leído pero no está, o no lo encuentro, aunque estoy seguro de que lo leí. Abelardo Castillo, además de escritor, gran maestro de escritores, decía a sus alumnos: “No digas que sos escritor, decí que sos cualquier otra cosa: plomero, electricista, lo que sea, pero escribí”.
Esta semana te propongo que escribas un texto en primera persona desde el punto de vista de un plomero (o un fontanero, según donde estés). Al corregir, verificá que el lenguaje sea verosímil, adecuado al personaje.
Vamos. Mucha suerte, y a trabajar.
Saludos,
Ariel
PS. Podés encontrar las consignas pasadas acá.