No es nuevo que la dinámica propia de los medios digitales, las redes sociales y los algoritmos de posicionamiento de resultados de búsqueda cambiaron la lógica de las publicaciones informativas.
La escuela tradicional del periodismo hablaba de una “pirámide invertida” en la que lo más importante estaba al principio. El titular sintetizaba el contenido de la nota, y a medida que uno leía podía ampliar en los detalles.
Hoy los títulos ya no dan información, sino que la sustraen mediante una incógnita o con una cita descontextualizada adrede. Si uno quiere tener alguna idea del tema es necesario ingresar a la nota, objetivo principal de este dispositivo textual, ya que el medio recibe dinero de sus anunciantes en relación proporcional con la cantidad de lectores efectivos. En realidad, en la industria no se nos llama lectores sino eyeballs (ojos), lo que me parece de una sinceridad escalofriante.
Sin embargo, una vez dentro de la nota, no es raro encontrar carradas de texto inútil, repetitivo, contradictorio, mal escrito y sin la más mínima corrección. La razón es que todo ese texto no está ahí para ser leído, sino para satisfacer los que se supone que son los criterios de relevancia de los buscadores. Es decir, texto escrito (posiblemente por robots) para robots con el objetivo de extraer ojos de otra parte y echarlos al guiso.
Una vez más en esta columna: lo siento por los idealistas, pero las formas textuales tienen una sobredeterminación económica. Antes, cuando una persona compraba todos los días su diario preferido, la lógica era otra. Hoy, cuando ya muy poca gente compra diarios en papel y en cambio lee lo que se le cruza en una red social entre videos de cachorritos y bebés, así está la cosa.
En lo personal, intento evitar esas lecturas incluso cuando prometen hablar sobre temas que me interesan. Si preciso informarme de algo, trato de ir directo a la fuente. El resto del tiempo, siempre cabe recordar que es finito, prefiero dedicarlo a textos que me consideren su lector y no un mero par de ojos.
Como dicen ciertas prendas escotadas: “mis ojos están acá arriba”, pero como también sugieren, más emocionante es abrir el juego de la mirada y la seducción.
Esta semana, te propongo que en tu texto ruede un ojo.
Mucha suerte, y a trabajar.