Hay libros que están ahí a la espera de uno, a veces en un sentido casi místico: uno encuentra un libro que contiene exactamente lo que necesita leer en ese momento.
Otras veces, hay una sensación de que hay que leer ciertos libros. Suele pasar con los títulos de la temporada, que son nombrados en los medios, en las redes, están en la vidriera de las librerías y un día uno los ve en la biblioteca de un amigo y termina de convencerse. Como cualquier producto de moda, salvo excepciones, terminan olvidados por todos, lectores incluidos, unos meses más tarde.
Luca Prodan cantaba: Nada te ata a leer la novedad. Por su parte Saer, menos confrontativo, para excusarse de esas lecturas y eludir el compromiso de opinar en público sobre sus contemporáneos, decía que lamentaba todavía no contar con tiempo para leerlos, porque aún tenía pendientes muchísimos clásicos.
Además de ser una salida elegante, lo que decía Saer se apoya en otro imperativo de la cultura, que es el deber de leer los clásicos que, como se sabe, son libros que están ahí para ser no leídos.
No es que estén prohibidos, claro. Algunos hasta son de lectura obligatoria en las escuelas. Quiero decir que están para ser comprados, vendidos, almacenados, expuestos, referidos, pero no leídos, porque en general lo que hace de un libro un clásico es algo externo a lo literario. Son libros que hay que leer no porque sean obras literarias excelsas, sino porque constituyen algo así como los pilares de nuestra cultura.
Puede que también sean grandes obras literarias, no lo niego. De hecho, las buenas lecturas de esta clase de obras con frecuencia revelan complejidades y sentidos que quedan aplastados por la etiqueta de “clásico”. Puede resultar que algunos textos incluso digan lo contrario de lo que les atribuyen las versiones oficiales. En cualquier caso, para comprobarlo habría que leerlos, ya fuera del imperativo, lo cual no es una mala idea, en especial ahora que se acerca el verano.
En lo personal, creo que es difícil, y por otra parte un sinsentido, seguir un plan de lecturas distinto del que marca la brújula interna de cada quien.
Esta semana te propongo que escribas el relato de un viaje que, por algún motivo, resulte revelador.
Mucha suerte, y a trabajar
Saludos,
Ariel