33. Detrás de la página en blanco

Uno de mis primeros trabajos relacionados con la escritura fue la traducción. No eran encargos glamorosos de alta literatura ni nada por el estilo. Traducía más bien textos comerciales, manuales de procedimientos, páginas web y cosas así.


No me había formado como traductor, pero sabía leer en inglés y escribir en español, y para esto era suficiente, en especial porque partía de la base de que la traducción es algo imposible.

En el sentido común, traducir es pasar el contenido de un recipiente a otro, pero el lenguaje no se comporta de esa manera. Las distintas lenguas no son homologables entre sí. No es que cada palabra, construcción o frase en una lengua se corresponde con otra en una lengua distinta. En algunos casos puede parecer que sí, o bien aquello que se pierde en el camino es desestimable. Lo cierto es que cada lengua es un sistema en sí mismo, con su propia sintaxis y su propia distribución lexical. Es famoso el ejemplo de los inuit y sus múltiples términos para nombrar lo que nosotros llamaríamos, sin más, “nieve”. También hay diferencias culturales que no le asignan el mismo peso a palabras que en el diccionario figuran como equivalentes. Y esto, sólo por mencionar algunos de los problemas que supone la traducción y que explican la formación específica y rigurosa de quienes trabajan con textos más sensibles que esos de los que yo me encargaba.


Este era el punto de partida y lejos de ser un obstáculo, fue lo que me dio cierta tranquilidad de consciencia para hacer ese trabajo. No existía la traducción perfecta, pero yo tenía plena confianza en mis capacidades de escritura en castellano. Resultara lo que resultase, iba a ser legible para el público al que estaba dirigido.


La escritura literaria tiene mucho con esto, si seguimos la idea de traducción como el pasaje siempre imperfecto de algo a otra lengua o lenguaje, con inevitables pérdidas en el medio. Lo leemos en las críticas y los ensayos: un clima de época se traduce en una novela, también un pensamiento, un episodio biográfico, etc. Algo de cierta naturaleza textual viene y se presenta, transformado, en la escritura literaria. Por otra parte, no hay otro modo: es eso lo que empieza a aparecer a poco de raspar una página en blanco.


Esto tampoco es un obstáculo, sino un procedimiento, y es más poderoso que cualquier intención que uno quiera imprimirle a un texto. No importa lo que hagas, va a pasar, así que no sería mala idea usarlo a favor.

Esta semana te propongo que escribas un texto que dialogue con esta imagen.

Mucha suerte, y a trabajar

Saludos,

Ariel


PS