Hace unos meses vi la película Cacería implacable (o Hodejegerne, para la gran porción de ustedes que lee noruego), de Morten Tyldum, basada en una novela de Jo Nesbø.
La película es un thriller policial con cierto humor. El protagonista es un tipo que, para compensar un fuerte complejo de inferioridad, finge, a los ojos de los demás y en especial de su mujer, un poder adquisitivo que lo excede. Para saldar la diferencia, por medio de un mecanismo muy bien tramado roba obras de arte valiosas y las vende en el mercado negro.
Todo es tan frágil que la primera instancia del suspenso pasa por descubrir cuándo se va a romper ese delicado equilibrio. Mientras tanto, el relato acumula: una casa espectacular, un auto espectacular, una mujer atractiva objetificada, trajes, cocteles, viajes, consumos… Hasta que el ladrón se ve en problemas (porque de otro modo no habría película) y debe escapar. Desde luego, alguien va tras él.
La acción se desplaza de la ciudad, las oficinas vidriadas y las vernissages a parajes rurales inhóspitos, fríos y barrosos. El perseguidor se acerca cada vez más, lo tiene a tiro. El ladrón escapa, pero sólo un momento, porque enseguida se mete en una nueva trampa. El perseguidor está muy cerca, lo percibe sin mirarlo. El ladrón está acorralado. La única puerta a la vista es la de un baño: un cuartito mínimo, desvencijado, que resiste bajo la lluvia. Puede que ahí pasé inadvertido, pero si lo descubren, no tendrá escapatoria. El peligro se acerca, así que de todas formas se mete ahí. No es un baño como los que él acostumbra usar, sino apenas un asiento con un agujero sobre un pozo ciego. Hay un olor espantoso, pero no es nada comparado con la posible captura, así que el ladrón aguanta las arcadas y trata de permanecer en silencio. Sin embargo, el perseguidor viene ayudado por un perro que no se deja engañar. El perro tensa la correa en dirección al baño, y hacia ahí va el perseguidor, que de un golpe abre la puerta. No hay nadie. La cámara nos lleva al pozo debajo del baño. Ahí está el ladrón, sumergido por completo en un montón de mierda acumulada por años, de la que asoma sólo un tubo de cartón que le permite respirar. El perseguidor descree de la vía de escape, el perro queda con el olfato desorientado, el ladrón sobrevive.
En la solución, asquerosa pero original, lo más potente es el contraste: la caída del coctel al pozo ciego.
Esta semana te propongo que escribas una narración que incluya, por ascenso, caída o ascenso y caída, situaciones de fuerte contraste para tu protagonista.
Mucha suerte, y a trabajar
Saludos,
Ariel