Hace poco me preguntaron: ¿qué hay que leer antes de empezar a escribir? Mi respuesta fue: nada. Para empezar a escribir hay que empezar a escribir.
El problema es que empezar es la parte más difícil, porque es el momento en el que no tenemos idea de lo que estamos haciendo. Uno imagina que alguien ya resolvió ese problema, entonces deja en suspenso las ganas de escribir y busca la respuesta. Y si bien hay respuestas y todo escritor tiene su decálogo, ninguna es satisfactoria porque uno en lo profundo ya lo sabe desde el primer momento: la única salida es hacia adelante. Para andar en bicicleta no hace falta estudiar física, hay que pedalear.
Sin embargo, esto no significa que la lectura sea algo accesorio para alguien que se propone escribir. Creo, por el contrario, que la lectura es fundamental. Lo que no creo es que haya lecturas obligatorias. La mejor brújula es el propio deseo lector.
Para quienes escribimos, leer y releer sirve para ver cómo otros plantearon y resolvieron, mejor o peor, problemas que a nosotros también nos interesan. Con frecuencia, lo tengamos más o menos claro, en la lectura está el origen de textos futuros.
La consigna de esta semana es que releas un texto que te guste y a continuación lo reescribas. Podés actualizar un texto escrito en otro marco histórico y ver cómo podría funcionar ahora. También podés tomar un texto contemporáneo y cambiar alguna de sus variables: modificar rasgos del protagonista, desestimar el conflicto principal y plantear otro nuevo, narrar desde otro punto de vista, etc. Lo importante es que tu texto, a fin de cuentas, pueda leerse de manera autónoma (sin requerir la lectura del texto inspirador).
Mucha suerte, y a trabajar
Saludos,
Ariel