Empecemos con una buena noticia. Mi cuento “La casa de enfrente”, que había quedado finalista en el premio del Banco Provincia de Buenos Aires, recibió una mención del jurado, compuesto por Mariana Enriquez, Claudia Piñeiro y Hernán Ronsino, y va a publicarse en una antología con otros once textos seleccionados (entre 1800 cuentos participantes). Por acá lo festejamos como un campeonato.
Mandar textos a concursos es algo que recomiendo a todos. Es un desafío un poco menos autoimpuesto que el de la escritura diaria, porque tiene la rigidez que implica algo que viene de afuera. Uno sabe que para tal fecha debe tener listo un texto de tantas palabras, a veces sobre un tema determinado.
Los incentivos son varios. El mayor es el premio en sí, que según el caso puede ser dinero, un viaje, la publicación del material, etc.
Por otro lado está el prestigio que otorgan ciertos premios, que puede abrir puertas importantes en una carrera literaria.
También está el incentivo de ser leído por el jurado, que suele estar integrado por escritores ya establecidos en el oficio. Lo usual es que el jurado lea sólo los textos finalistas (antes hay un prejurado que hace un primer filtro), así que sus miembros están en condiciones de leer con atención los textos que les llegan.
Si no sale nada de eso, el escenario más frecuente, no hay que desanimarse. Al menos terminás con un texto que podés mandar a otro concurso o publicar por otro lado. (Para la moraleja de esta historia: “La casa de enfrente” ya había sido presentado antes, sin suerte, en otra competencia.)
La propuesta para esta semana es que busques algún concurso que te interese (atención a los requisitos de edad, ubicación, género literario, envío digital o por correo postal, etc.), prepares un texto y lo mandes.
Vamos. Esta vez: a trabajar, y mucha suerte.
Saludos,
Ariel